martes, 22 de febrero de 2011

Parir en casa

Por: Vivian Watson

Periodista, escritora, traductora y mamá de un niño de dos años. Escribe acerca de lo que significa convertirse en madre: embarazo, parto, postparto, lactancia, crianza y todo lo relacionado con los primeros años. fuente: www.familialibre.com

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Ahora que mi hijo acaba de cumplir dos años, he estado recordando mucho mi parto. Tuve la inmensa suerte de tener a mi hijo en casa. Lo parí en mi cama, sin ningún tipo de anestesia, con la asistencia de mi maravillosa matrona, mi marido y mi hermana. Mi bebé vino al mundo en un ambiente cálido, íntimo, rodeado de las personas que más quiero. Lo primero que vio al abrir los ojos no fue la luz cegadora de una fría sala de partos, sino la penumbra de una habitación cálida y los rostros emocionados de su familia. Pude abrazarlo y tenerlo piel con piel mientras él solito encontraba mi pecho, sin prisas, sin extraños observando, sin que importara nada más que nuestro encuentro. Me sentí tan arropada y tan segura que en ningún momento tuve miedo, a pesar del dolor de las contracciones y del expulsivo. Porque fue una prueba dura, sí. El dolor físico fue muy, muy intenso. Pero mientras me dejaba llevar por mi cuerpo, que sabía exactamente lo que hacía, comprendí lo que tanto había leído estando embarazada: que dolor no es igual a sufrimiento.

Cuando supe que iba a ser mamá, no tenía ni la menor idea de lo que era un parto (obviamente), y no me imaginaba que las mujeres podíamos decidir cómo parir. Jamás me había interesado por estos temas. Y nunca habría pensado que mi hijo no nacería en una clínica; de hecho, de haber escuchado que alguna de mis amigas iba a tener a su hijo en casa, probablemente me habría parecido una locura y una irresponsabilidad. Fue mi amiga Claudia quien me abrió los ojos. Claudia había dado a luz de manera natural, en el agua, y todavía recuerdo sus palabras cuando me contó su parto: me dijo que parir había sido la experiencia más radical que había vivido jamás. Para entonces yo estaba embarazada de pocos meses y sabía muy bien que quería hacer las cosas de manera distinta, quería vivir mi embarazo y mi parto en toda su intensidad, sólo que no tenía muy claro lo que eso implicaba. Hasta que fui a conocer a la bebé de Claudia y mi amiga intentó describirme la sensación de haber parido a su hija con sus propias fuerzas y la euforia que sintió cuando la tuvo en brazos.

Me acordé entonces de lo que me había contado mi amiga Lena, que no llegó a tiempo al hospital para la epidural y que sintió la increíble “fuerza de la vida” abriéndose paso dentro de ella para salir. Pensé que si la naturaleza había querido que las mujeres pariéramos, debía de ser por algo. Y me hice el firme propósito de abrirme a esa experiencia, de vivirla a plenitud. Sin anestesias (ni físicas ni metafóricas).

Entonces empecé a leer cuanto caía en mis manos acerca del parto respetado. Comencé por los libros que me prestó Claudia: La revolución del nacimiento, de Isabel Fernández del Castillo, Parto seguro (que recomiendo muchísimo a quienes estén pensando en tener un parto natural, además tiene un capítulo dedicado al parto en casa), y las preciosas historias de parto compartidas por la partera estadounidense Ina May en su Guide to Childbirth (que no he encontrado traducido al español).

Aprendí que un parto respetado es aquel en donde se reconoce la capacidad que tiene la mujer para parir a su propio ritmo, sin imponer intervenciones innecesarias que en muchos casos se utilizan simplemente para facilitar la labor de los profesionales de la salud y que pueden tener consecuencias negativas para la madre y el bebé. Un parto respetado es aquel en donde se protege la intimidad de la mujer y su necesidad de sentirse segura y arropada mientras se abandona a la sabiduría de su cuerpo, que fue creado para parir y que por tanto sabe perfectamente cómo hacerlo (aunque la mente de la mujer no lo sepa).

Creo que el parto es un rito de iniciación que nos prepara para ser madres, y que todas las mujeres tenemos el derecho de vivirlo como mejor nos parezca. Tomar las riendas del propio parto es la mejor forma de evitar un parto traumático. Y para ello es clave estar bien informadas.

Es verdad que un parto en casa entraña riesgos, pero no mayores que los que puede tener un parto en el hospital. Parir, siempre y cuando se trate de un embarazo sin complicaciones y de una madre sana, no es un acto peligroso. Si lo fuera, hace siglos que la raza humana se habría extinguido. Pero, desde luego, conviene siempre contar con la asistencia adecuada, bien sea un médico o una comadrona, y seguir sus recomendaciones.

Si contamos con esa ayuda de personas preparadas con las que nos sintamos en confianza, podemos dejarnos llevar por la sabiduría de nuestros cuerpos y confiar en que la llegada de nuestro bebé será la experiencia más poderosa que hayamos vivido jamás.

lunes, 21 de febrero de 2011

«Muchas rutinas del parto nos llevaron a convertir en patológico lo que no lo era»


Javier Arenas Ramírez lleva más de tres décadas ejerciendo como ginecólogo. Es jefe de sección en Cabueñes y responsable de la consulta de embarazo de alto riesgo debido a su especialización en el diagnóstico prenatal. Además, lleva varios años involucrado en la nueva estrategia de atención al parto normal, -participando tanto en las comisiones que organiza el Ministerio de Sanidad como en las del Sespa-. De hecho, está considerado uno de los profesionales que colaboran de manera más activa en Asturias en la revisión de algo que se había convertido en práctica común: la «excesiva instrumentalización» en la atención al embarazo y al parto. A ese intento por recuperar la concepción más «fisiológica» de un proceso natural como es ése, le queda aún mucho por avanzar. La encuesta de salud realizada en Asturias a más de 3.000 mujeres, y publicada hace pocos meses, dejaba claro el alto grado de medicalización en la asistencia, el elevado porcentaje de prácticas como el rasurado, el enema previo o la inducción artificial al parto, así como la preferencia de las mujeres por la atención especializada.

-¿Que le ha pasado a la sociedad española con el parto?

-Digamos que se pasó de la desatención que había hace muchos años a que nos acostumbrásemos todos a aplicar controles y una altísima intervención médica.

-¿Qué supone la estrategia?

-Lo que plantea es la necesidad de adecuar las prácticas clínicas de atención al parto a todo aquello que esté basado en la evidencia, alejándonos de tópicos y centrándonos en las acciones que son de verdad beneficiosas. La idea de base es intentar desmedicalizar en la medida de lo posible un proceso que es fisiológico, que no es una enfermedad.













-¿El parto sin control?

-Para nada. El parto natural es muy controlado, pero se debe hacer con el mínimo de intervenciones posibles. Sólo se actúa cuando algo se desvía de la normalidad.

-O sea, que hay muchas rutinas que no servían para nada...

-Todo el mundo quiere tranquilidad y seguridad ante un acto médico, y la tecnología tenía algo que ver en todo ello. Pero, de una manera u otra, cuando intervienes tanto, puedes acabar viendo problemas donde no los hay yconvirtiendo en patológico lo que realmente no lo es. Eso no quiere decir que no siga habiendo embarazos de alto riesgo, problemáticos y patología. De lo que hablamos es de la mayoría inmensa de embarazos y partos que transcurren con absoluta normalidad.

-¿Cuál es el índice?

-Más del 80% no plantean ninguna problemática. La Organización Mundial de la Salud ya a principios del 2000 hizo una serie de recomendaciones y el punto de guía era recordar a los profesionales que debía haber una buena razón para intervenir, para hacer algo, en el curso de estos procesos naturales.

-¿Tan mal se estaba haciendo?

-No es cuestión de avergonzarnos, ni pensar que lo que se hizo era malo. Fue la medicina en la que nos formamos varias generaciones de profesionales, y creíamos en ella. Ahora creemos que hay que intentar reconsiderar un poco la prestación. Se estaba haciendo poca medicina basada en la evidencia y ahora esa evidencia ha demostrado que algunas prácticas son innecesarias y otras incluso inoportunas o perjudiciales.

-Ponga ejemplos.

-Voy a poner tres que van juntos y seguidos en el trabajo de parto: la administración de oxitocina, la monitorización continua y la episiotomía. En el parto era casi un axioma la administración de oxitocina rutinaria, que es el fármaco que aplicamos para conducir las contracciones y que sean más intensas, más regulares y, en suma, más efectivas. Digamos que no nos fiábamos de las contracciones de las mujeres y las reforzábamos, pensando que así acortábamos el parto, aún a expensas de hacerlo más doloroso. Pero se ha demostrado que no todos los partos requieren oxitocina adicional, que en muchos casos puede funcionar sólo con la que la mujer segrega de forma endógena.

-¿Y la monitorización?

-Ahora vemos que en los partos de bajo riesgo la monitorización continua es discutible. Puede seguirse el control por otros métodos: auscultación fetal intermitente, incluso monitorización intermitente. ¿Y eso qué supone? Pues que no obligas a la mujer a estar tirada en la cama todo el rato.

-Tercero: la episiotomía.

-Se pensaba que ese corte en la vulva favorecía mucho que las mujeres no tuvieran prolapsos genitales, desprendimientos de vejiga... Por eso se hacía casi de forma rutinaria. Esto se está cuestionando y sólo se debería hacer de manera selectiva. El caso es que la mujer es la protagonista del parto, y cada parto es diferente, lo mismo que las expectativas de cada mujer, la idea que tiene de ese momento, sus necesidades, exigencias y deseos. Para mí puede ser el parto 5.000, pero para la señora a la que atiendo quizá sea el único, su gran momento. Y, por eso, si se pueden cumplir sus deseos, dentro de un orden, se deberían cumplir. Y todo sin disminuir ni un ápice la seguridad ni el control del parto, aplicando las medidas que se consideren adecuadas, no todo para todos.

-¿Hay sitio en esa estretegia para parir en el agua?

-Creo que se han malinterpretado algunos conceptos. A una mujer que tiene por delante unas cuantas horas de parto, que está tensa y dolorida, si le ofreces la posibilidad de darse una ducha caliente, o meterse en una bañera (en Cabueñes no tenemos, ni tenemos sitio para ella), seguro que la relajará, le gustará, y eso hará que disminuya las necesidades de analgesia. Esos efectos beneficiosos están demostrados y no tiene nada que ver con el parto en el agua. La idea es buscar más confort para las mujeres, pero sin jugar con los extremos.

-¿Y el parto en casa?

-Afortunadamente, ha pasado a la historia. El parto es natural hasta que deja de serlo y una mujer puede darte un susto intraparto de pistón, por eso tiene que tener un medio hospitalario que avale y le pueda ofrecer cualquier tipo de recurso.

-¿Y dónde queda la epidural en el parto natural?

-En el deseo de cada mujer, porque no está reñida con nada. El parto natural no significa que no se le puedan ofrecer a la mujer técnicas analgésicas, hasta ahí podíamos llegar... Otra cosa es que algunas mujeres prefieran no utilizarlas y optar por otras de menor eficacia pero que valen.

-¿Qué otras?

-Por ejemplo, al acompañamiento eficaz tanto por la familia como por profesionales; favorecer los ambientes relajados y tranquilos, la posibilidad de deambulación, la pelota suiza... todo eso disminuye las necesidades de analgesia. Y, sobre todo, hay que dar mucha información.

-¿Los profesionales asturianos ya están cambinado la forma de afrontar el parto o aún queda mucho?

-Lo más importante es el cambio de mentalidad, tanto de profesionalaes como de las mujeres. Hay que ir poco a poco. Pero nadie piensa que sea traumático. Desgraciadamente los espacios físicos son los que son y los hospitales no van a cambiar porque nosotros veamos ahora la necesidad de tener unas salas de dilatación comunes, o sepamos lo bueno que sería que las mujeres tengan posibilidad de pasear, incluso de salir al jardín... Eso no lo vamos a mejorar. Pero se pueden hacer cosas. En Cabueñes no tenemos espacio físico para poner unas bañeras, pero sí que tenemos solicitadas unas duchas, que nos las van a poner, para que las mujeres puedan relajarse media hora bajo el agua después de llevar unas cuantas horas tirada en la cama sudando y con dolor. Y ya se verá cómo les presta una duchina...

-¿Dónde se va a poner?

-En la sala de dilatación. Ya las tenemos concedidas, pero aún dependemos de unas pequeñas obras en la sala. También hemos cambiado las mesas de dilatación. El año pasado se adquirió una mesa multifunción, que son muy agradables para parir porque te permiten adoptar la postura que quieras, favorecen los cambios posturales... aunque sólo haya una en los dos paritorios, por algo se empieza.

-¿Ante el embarazo también se avecinan cambios?

-También ahí hay evidencias que deben llevarnos a cambios. Por ejemplo, en embarazos de bajo riesgo el control por las matronas es casi mejor que por un médico. Nosotros hacemos ecografías, supervisamos, pero no haría falta mucho más. Yo creo que el gran protagonismo, tanto en la atención al embarazo como en el parto normal, hay que devolvérselo a la matrona.

-Cabueñes vuelve a cerrar el año con una tasa de cesáreas del 16%. Eso es muy bueno, ¿no?

-Cabueñes tiene unas tasas de cesáreas envidiables en Asturias y que tienen muy pocos equipos en España.

-¿Tan desaconsejables son esas cirugías?

-No tienen por qué ser intervenciones complicadas, ni mucho menos, pero el parto por cesárea cambia la mortalidad, cambia los efectos a largo plazo, si tiene que parir otra vez la mujer tiene una condición que la va a limitar... No deja de ser un parto más traumático.

domingo, 13 de febrero de 2011

SIENTE TU ÚTERO, reconciliate con tú esencia.

“Existe un lugar que se asemeja al Jardín del Edén, donde a partir de dos células que se multiplican explosiona la vida. Una feliz y lenta espera de seres que se gestan, que crecen, que se configuran.
Dentro de ti existe ese emplazamiento mágico, es TU ÚTERO SAGRADO”

“Y aunque después de una histerectomía no exista físicamente ya este órgano, emocionalmente tiene que sanarse, porque su esencia femenina sigue existiendo igualmente dentro de ella. La sociedad la menosprecia con la desagradable expresión de “LA HAN VACIADO”, frase que deberíamos desterrar de nuestro vocabulario para referirnos a este hecho, porque la mujer no está vacía continúa llena de vida, llena de emociones, de inquietudes y sigue estando plena, sólo que inicia una nueva etapa, en la que deberá asumir su identidad femenina poderosa creativa”
Ana Sabater

(Artículo de la escritora Ana Sabater sobre el significado pasado, presente y futuro del útero)

Danza como mujer en un mundo de hombres en busca del Santo Grial: el recipiente que contuvo la sangre de Jesucristo, ese sitio físico podría ser el vientre de su madre, la Virgen María para los cristianos, su útero sagrado, el cáliz de la vida.

Un órgano único que los hombres no poseen, el lugar donde anida la vida, la reproducción humana. Lleno de células milagrosas que tienen el don de ser lo que seremos ¿Por qué entonces se le trata y desestima con tanta frivolidad?.

Vivimos en una sociedad de tradicional poder masculino sobre lo femenino, el yang que se come al yin en una búsqueda de equilibrio no encontrada; se aplaude la virilidad masculina y lo femenino se objetualiza a través de la idealización de mujeres que nada tienen que ver con la realidad.

Miranda Gray en “Luna roja” nos habla de la mujer virgen en sus días postmenstruales, la mujer madre en su fase ovulatoria, la mujer hechicera en su ciclo premenstrual y por último la mujer bruja en plena menstruación. Una naturaleza cíclica que fija sus patrones en las fases de la luna.

Cambiante, creciente, dadora de vida y destructora, así la mujer es capaz de crearse y reinventarse a sí misma cada mes, y todo ello está ligado a su energía uterina que se prepara para la vida, que la engendra o que se desprende de lo no necesario puesto que no se ha producido la germinación.

Esta mujer en la antigüedad era la fuerza sostenedora del hogar llena de creatividad, sexualidad y vida con un útero consagrado a la supervivencia de la especie, venerado y amado, sentido y valorado. Pero pasó a ver limitadas sus expresiones intelectuales, sexuales, espirituales y creativas hasta encasillarla en su papel dentro de casa para hacer feliz a su marido y a su familia.

Y su reacción contraria fue la de desprenderse de su papel de madre como un yugo que la ataba a su limitación hogareña, así dejó de sentir su útero, y a tratar de asemejarse a la naturaleza masculina donde los ciclos no están tan marcados, la matriz de la vida perdió su fuerza y se entregó al poder masculino.

Dejó de sentir aquel órgano, se desprendió de su más íntima, propia e intrínseca esencia. Se abandonó a una industria famaceutica que canta las alabanzas de un anticonceptivo oral femenino, y que no acaba de encontrar la efectiva píldora masculina.

El útero, triángulo mágico, en el interior de cada mujer que conecta con el cielo de donde surgirán los nuevos seres que lo inundan si hay fecundación, el lugar venerado que se llena de vida. El vórtice donde irán a parar las energías que provienen de arriba para pasar a través del cuerpo de la mujer hacia la tierra a través del cuello del útero, la unión con la pachamama.

Durante demasiado tiempo este órgano ha sido desprestigiado a una labor meramente útil en la etapa reproductiva de la mujer y asociado a múltiples problemas de salud relacionados con la falta de autoestima y de poder femenino en la sociedad actual.

Cuando una mujer desgraciadamente sufre una histerectomía pierde algo más que su útero, tiene una ardua labor por delante porque tiene que reencontrarse consigo misma.

Y aunque no exista físicamente ya este órgano, emocionalmente tiene que sanarse, porque su esencia femenina sigue existiendo igualmente dentro de ella. La sociedad la menosprecia con la desagradable expresión de “la han vaciado”, frase que deberíamos desterrar de nuestro vocabulario para referirnos a este hecho, porque la mujer no está vacía continúa llena de vida, llena de emociones, de inquietudes y sigue estando plena, sólo que inicia una nueva etapa, en la que deberá asumir su identidad femenina poderosa creativa.

No le demos poder a la creencia de que una vez terminada la etapa fértil de cada mujer ese órgano ha dejado de tener su importancia dentro de nuestro cuerpo. Recuperemos la esencia del triángulo de unión cielo-tierra y devolvámosle su dignidad.

Esto lo sabemos bien las que hemos sufrido una cesárea, en demasiadas ocasiones innecesaria, tratamos de recomponer un útero que ha sido roto porque hemos derogado nuestro poder interior en manos de otra persona. Y tenemos que asumir que tenemos el poder innato y grandioso de engendrar y poder parir vaginalmente sin problemas; porque tenemos que sentir y agradecer esa oportunidad a nuestro útero sagrado.

Sentir como cada mes te unes a la luna y tienes una naturaleza cíclica, mirando hacia tu propio interior y encontrando tu verdadera esencia, no la que impone el mundo que nos rodea, y exprese a través de ella su interacción la vida exterior.

Como la matriz se prepara para engendrar la vida, como se engalana la casa ante la presencia de célebres invitados, como surge la posibilidad de la fecundación en los días en los que la mujer poderosa se enaltece embriagada de sexo, reconvirtiéndose en un alguien brusco y malhumorado cuando hay que desmontar la casa engalanada porque no hubo fertilización, y por último ser conscientes de que en el bajo vientre se amontona lo no necesario, aquello que es echado al exterior en un acto de limpieza y finalización de ciclo.

En la mayoría de los países se acalla este poder femenino que tiene que surgir, y el útero es una parte identificativa y propia que nos debe dar seguridad y confianza en nuestro sexo. Una fuerza que surge no como una manifestación que se equipara al poder masculino, sino como una identidad propia, como la mujer pilar del hogar, creativa, espiritual, sexual, sintiendo en útero y recuperando el poder que le fue arrebatado.

Danzando con la vida, abrazándose a los árboles y reconciliándose con la tierra y el cielo. ¿Por qué tan importante mi matriz divina? Porque ahí es donde se iniciará la vida, ahí es donde se gestarán las futuras generaciones que lucharán con nosotros por un mundo mejor.

Ana Sabater

Fuente: www.elblogalternativo.com


miércoles, 9 de febrero de 2011

Facebook cierra cuenta por foto de madre amamantando

La madre, una psicóloga chilena, apuntó que otras mujeres han sido "censuradas" en la red social por mostrar fotos parecidas a la suya.

Mié, 09/02/2011 - 14:37

Santiago de Chile.- Una psicóloga chilena denunció hoy que Facebook cerró su cuenta por considerar "obscena" una foto que subió en su perfil, en la que aparecía amamantando a su hijo de tres meses.

Leslie Power, una experta en desarrollo infantil de 37 años, explicó a Efe que el pasado 31 de enero recibió un aviso de la compañía en el que le comunicaban que su cuenta había sido clausurada por haber subido una foto que "atenta contra personas y colectivos".

"Me dijeron que Facebook protege su territorio de imágenes obscenas", indicó Power, que escribió un mensaje a los administradores de la red social para pedir más explicaciones, aunque hasta ahora no ha recibido ninguna respuesta.

La psicóloga apuntó que otras mujeres han sido "censuradas" en la red social por mostrar fotos parecidas a la suya, lo que le hace pensar que "Facebook tiene algún tipo de prejuicio con las fotos de mujeres que amamantan".

"La censura y decir que mi foto atenta o es una obscenidad muestra una completa ignorancia de lo que es la lactancia materna y el vínculo temprano", aseguró Power.

La mujer denunció que el cierre de la cuenta ha afectado su situación laboral, ya que utilizaba Facebook como una plataforma profesional.

"Muchas mujeres y profesionales hacen sus consultas a través de Facebook, y ahora tampoco puedo publicar artículos ni proyectos", lamentó la psicóloga.

Aseguró que espera una respuesta de la compañía antes de poner el tema en manos de abogados.

"Espero que me escuchen y vean que amamantar un hijo no es obsceno", añadió.

EFE